Siempre
me han acosado preguntas injustas, cripticas, irresolubles; me pregunto sobre
la existencia, aunque sé que es un inoficioso acto que el espejismo (yo misma)
lleva a cabo; cuando los pensamientos no se logran hilvanar, la entropía
(tendencia al caos natural) me domina; me siento extraviada en un confuso y
denso panorama con el que no muchas veces me siento conforme, aun soy “joven”
el espíritu irreverente que sacude mis acciones no se apacigua, una fuerte
llama me hace una cretina, creyente y obediente humana. Aunque en reveladoras
visiones el mundo se torne claro y colorido, la complejidad del objeto de
estudio (el universo entero) es inabarcable, el mismo objeto (la mente humana)
es insospechada.
Tengo 19 años y parece que la eternidad hubiese pasado por sobre mí a través de
la escritura, la sensación su dramatismo; las relaciones amorosas y amistosas
me ha dejado en el paladar el sabor del desconcierto, la muestra evidente de
nuestra fragilidad.
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