domingo, 29 de julio de 2012


Ser una obra de Arte
Cuando la hermosura es percibida en la vida del ser humano,  nada puede describir con exactitud las sensaciones que de ella se derivan; sin embargo, una serie de acontecimientos placenteros  se aproximan a lo más profundo del ser, su piel, su mente, su espíritu están atentos a recibir estímulos capaces de conmover; cuando el ser humano logra transmitir la belleza y la sensación con la que produce una obra de arte, es también un comunicador de universalidad.
Aunque el concepto de belleza no puede ser universal, si se representa en la  experiencia de cada individuo, quien a su vez manifiesta las formas en que concibe al mundo; debido a que cada uno posee un modo particular de comunicar, las expresiones artísticas son incalculables, sus posibilidades son infinitas, gracias a que nuestra estructura mental está constituida de tal modo que puede recrear cualquier idea que surja de su imaginación.
La capacidad creativa del ser humano es la aptitud  más preciada que una sociedad como la nuestra nos ha podido dejar, la mente y el cerebro son herramientas audaces, potentes, alucinantes, constructoras de realidad; cuando este órgano magnifico y aún desconocido se enfrenta  con el reto de dar sentido a la existencia mediante la exploración racional de las sensaciones, requiere de un elemento más profundo y enigmático, la esencia del artista, quien finalmente es quien posee, padece o disfruta del universo. El ser humano se transforma en una creatura poderosa, su cuerpo tiene la destreza de evidenciar lo que su mente y espíritu han percibido; acorde a su sensibilidad aporta de su genio a la comprensión de la vida.
Es ahí cuando la obra de arte es fundamental para encontrar las diferencias entre lo “bello” y lo “no bello”; ¿Es acaso posible establecer reglas que diferencien una expresión hermosa de otra que no lo es? Pese a la herencia que el renacimiento nos ha dejado frente a las artes, ya no podemos limitarnos a normas de color, forma, composición, estética; pues a través de los años, experimentos realizados por osados artistas nos han demostrado que el placer y gusto, entre otras cosas el éxito de sus obras, no depende del estricto procedimiento artístico, sino de  la receptividad de parte del espectador que es meramente subjetiva o cultural.
¿Es por tanto la cultura productora de juicios? Indudablemente, Sí.
La sociedad no solo orienta al sujeto a adquirir hábitos y conductas, sino que conforma sus preferencias; allí donde el concepto de  estética  es compartido,  el ser humano  siente simultáneamente desde su punto de vista y desde el social; la etapa de su vida, sus gustos, necesidades, anhelos, conocimientos dependen de las condiciones en las que ha sido criado; por tanto, determinan esquemas sociales y morales los cuales asume naturalmente.
Los seres humanos poseemos vínculos y similitudes profundas con el resto del universo, en especial con aquellos que  han nacido en circunstancias similares a las nuestras; el arte que desde nosotros se produce, debe estar enfocado en representar a través de cada identidad, la belleza que se percibiré a diario; seguramente, si nuestra aspiración no es otra diferente a expresarlo con nuestro cuerpo, palabras, escritos, pinturas, colores, estilos; podremos transmitir un universo hermoso,  real para quienes lo crean y lo creen.

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