domingo, 29 de julio de 2012

La aspiración de este día tiene, desde su nacimiento en el tiempo, es el de una entonación trascendental, aunque se caracterice por palabras comunes, hábitos cotidianos y apariencia  simplista; este día, como toda  época romántica, es una  aventura cotidiana que hay (por obligación artística) que trasmutar en un hecho poético y por lo tanto penetrante. Cuando el ambiente de la rutina se a empoderado de todos los rostros inertes, se ha agolpado con sus presiones, maquinaciones y engaños sobre el “ser humano” este pierde toda capacidad para ver la fantasía contenida en el entorno de su mundo, las enajenadas masas de hombres sobreviven por su ración diaria de alimento, sin prever las consecuencias que la renta de su libertad acarrea. El mundo está alienado (pero no todo el mundo) las gentes se equivocan porque venden al primer postor sus vidas, suprimen  esperanzas  de otro mundo y se conforman con suprimir sus ideales, tanto que sus posibilidades como ser humano se ven reducidas a la fuerza y producto de sus esfuerzos diarios , en este caso al trabajo que les absorbe.
Los seres humanos “aptos” esquivan su responsabilidad real, pues resulta más cómodo no pensar ni asumir responsabilidades para con la sociedad, son pues individuos ordinarios sin más aspiraciones que las que las pantallas (centro de información) le presenten como opciones; los medios de comunicación cobran mantienen una influencia  que trasciende en todo ámbito, desde estos se regulan los sentimentales, los propósitos, se establecen las normas de la sociedad, se evidencian los comportamientos que aseguran el éxito dentro del sistema capitalista.
Es realmente preocupante este hecho: si me acercara a examinar la mentalidad de mis compatriotas que por herencia es también la mía, podría con vergüenza asegurar que nos identifica una “deshumanización” generalizada, la dignidad ni la igualdad son ahora un principio; antes bien, la estructura del sistema social en el que nos encontramos inmersos contradice todos los valores, promueve la decadencia, crea escapatorias pasajeras que pretenden ocultar nuestra necesidad vital de ser realmente humanos con el derecho de pensar, vivir y trascender.
Si intentara adivinar donde se esconden los seres excepcionales, podría emprender un viaje por las calles de mi ciudad, desde las aceras los mendigos contarían su historia, los conductores me hablarían de política y economía, los tenderos,  mujeres, empresarios, todos ellos concordarían en que poseen ideas propiamente humanas, muchos de ellos con pistas para solucionar el futuro*. Lamentablemente, también estarían deacuerdo con que son “gentes” imposibilitadas para actuar, pues se han resignado al rol que desde esta mediocre y abominable dinámica social “les toco “jugar.  Son pues historias dentro de los camiones de basura, tesoros dispuestos en las casas de ladrillos, pasos nunca emprendidos por el hambre, pies descalzos imposibilitados para correr las grandes distancias de la transformación.

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