Deje de tener un rostro, soy parte del universo:
no puedo darme el lujo de decir "yo" cuando soy el viento, el león, el cienpies, la larva, la célula, la vida.
Deje de tener rostro para luchar con mi ego y suprimir sus impulsos negligentes, perezosos, odiosos, ingratos.
Conozco muchos rostros pero con el único que me identifico es con el de la naturaleza espontanea; con el camaleónico deseo de adaptación.
Se puede no tener rostro y ser todos los rostros a la vez, se puede jugar con los rostros, actuar con los rostros, encubrir los secretos de sus gestos; andar por los secretos de sus marcas faciales, se puede cicatrizar.
Se pueden olvidar los rostros; aveces olvido los míos, desenmascaro la franqueza y como consecuencia obtengo soledad; pero es una consecuencia natural , amigos míos, nadie desea ser otro rostro que no sea el propio; en este aparente juego, nadie actúa con acertividad; el mundo de las caretas es déspota y absorbente; las urbes entonan himnos de expansión y progreso, los seres humanos somos cada vez menos humanos y naturales, nuestras caretas ficticias nos dejan deambulando en un mundo irreal, en una sociedad ingrata, egocéntrica, falsa.
¿puede el amor infinito superar esta ficción? Darle vida a la realidad y promover el arte de amar, servir, expresar, conversar, construir. ¿sera por siempre un País desalmado, sin identidad quien nos despoje de las pocas convicciones que tenemos?
No hay una alienación mas fuerte y descarada que creerse un individuo indolente, aislado de las problemáticas sociales, celoso, odioso y cínico...No hay una sociedad mas descarada que aquella que se pone el rostro de la guerra sobre rostro multicultural, no hay peor mal que una nación conformista, alienada; que vende sus creencias al mejor postor, a quien le de la tranquilidad de la salvación eterna, aun teniendo una miserable existencia humana.
¿Despertar?
Si es un sueño de caretas, de improductivos actos de vanagloria, de pedantes comportamientos, de esperas ineficaces, de mentalidades plásticas, de bolsillos de ambición, de poderes indiscutiblemente dominantes que crean autómatas anónimos y simples, de caretas sin rostro ni sesos que sostengan su determinación; un sueño, en un profundo, interminable, embrollado laberinto hemos sumergido nuestra razón.
Ahora nos damos el derecho de poseer seres humanos, de atarlos, dominar su indómita naturaleza, de condicionar su vulnerable pensamiento y de darle dosis (cada vez mas abundantes) de felicidad artificial.
Es un mundo perfecto, feliz, enceguecido.
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