La confrontación entre credos nos
ha dejado como herencia, la colectiva desazón de la guerra, las masacres que en
la historia han cobrado con la destrucción de mas culturas y vidas, tienen una razón religiosa que se
sustenta en la defensa de “una verdad” cuyos
principios no conciben otras prácticas religiosas como aceptables. En base
a esta perpetuada intolerancia, los fanáticos religiosos han estado dispuestos a cometer crímenes que
su fe-vista desde los principios generales religiosos, entre los que se cuenta
con el amor universal o el no matar- no admitirían. Pese a esto, el ser humano
siempre ha encontrado las formas para justificar sus acciones por más
indolentes y salvajes que estas parezcan, el radical etnocentrismo, nos ha impedido
ser individuos capaces de reconocer la pluriculturalidad, no nos permite
evaluar los puntos divergentes con una mirada respetuosa, nos limita en las
diferentes formas de experimentar a Dios. Debemos reconocer que en el curso de
la sociedad moderna ya no es admisible una cultura totalmente cerrada a las
influencias externas, en el punto social en el que nos encontramos podemos
profundizar en el ámbito intelectual y espiritual sin alguna restricción específica,
excepto la del prejuicio auto-impuesto o el social.

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