Dentro de mí una chispa vital, dotada de poder divino y eterno, -mi espíritu- amparado por creencias y filosofías de diferentes procedencias, siempre he estado ligada a algo más grande, que me supera en todo aspecto y de donde proviene mi potencial; “Dios” le decía cuando iba a la iglesia con mi madre, ahora le reconozco en todas las formas y energías del basto universo; cuando era adolecente, solía pensar en Dios como un juez, temía que con su poder me castigara, leía la biblia juiciosamente, me congregaba en la Iglesia cristiana, en esa búsqueda insaciable por sentirme plena; sin embargo fui descubriendo que mi realización y trascendencia dependían del grado de conexión que tuviera con mi naturaleza; una ceremonia de abuelos en el 2012 me ayudo a defender esta posición de unidad, encontrándome rodeada de seres diversos reunidos en torno a un mismo rezo.
He querido ser únicamente espíritu, navegando como jiva en el pranna del templo de la creación, sin embargo lo he encontrado encarnado, bajo condiciones que ahora le atribuyo al Karma; mi cuerpo ha sido el lugar de confluencia de mis aspiraciones, es la herramienta más próxima que poseo para expresar mi visión del mundo, que ha sido etiquetada por su pequeña estatura, pero aquello que antes representaba sufrimiento, es hoy un escenario de juego; he modificado mis formas pero esencialmente he sido la misma en proceso de re-encuentro al ser observado por mi notoria diferencia e constituido un carácter a prueba de ofensas, he comprendido que el ser humano mediocre se guía por superficies pero no por el trasfondo, aunque cuando asumo mi vida, con el don que me ha sido encomendado, encuentro que mi valentía reside en entender las circunstancias desde una posición optimista que me ayuda a valorar aquello que soy y las enseñanzas que esta condición a desencadenado; antes mi cuerpo era como una contradicción, me dolían los tuétanos a causa de las palabras crueles e intentaba aumentar mis capacidades intelectuales a causa de este desequilibrio; fui irreverente y rebelde, la sociedad planteada bajo premisas del consumo de los cuerpos era una daga para el mío, me sentía mal conmigo misma y no aceptaba mi tamaño, tuve transformaciones que me hacían aún más diferenciada del resto, conforme mi identidad como una fortaleza de significados y secretos; exteriormente siempre fui comunicativa, pero interiormente yo laceraba mi ser y me zambullía en las lamentaciones que me impusieron; aun hoy me encuentro en el proceso de amar mi cuerpo, porque la batalla librada ha sido dura, ya que no solo implica romper con mis propios paradigmas sino ir a los demás y resquebrajar sus prejuicios, sin otra aspiración que ser y aportar a la sociedad, procuro cambiar mis hábitos, aunque sé que en mi cuerpo todavía residen las respuestas que a través del movimiento natural del arte he ido desentrañando.
Mi intelecto fue importante, alimentado por ideas de otros que calaron en mi ser: Dostoievski, Hesse, Caicedo, Huxley, Fromm entre muchos autores acompañaron mi juventud y me dieron pautas del humanismo que me compone; el atender a las ideas, debatir en espacios organizativos, el instinto de liderazgo, el deseo por perfeccionarme, el gusto por aprender, mi amor por la ciencia…Hicieron de mí una persona racional, que encontró en su finito entendimiento la imposibilidad de abracar el mundo, y entendió que su mente no era la única que podía encontrar verdades. Supo pues, que se encontraba imbuida en la mente de un todo, que sobrepasaba los compuestos químicos, creyó en la sincronía, los procesos evolutivos del ser.
Este hibrido que se ha creado por vertientes de pensamientos, anelhos, creencias, dimensiones, movimientos, ritmos, palabras, silencios, acompañantes, comportamientos; quimera andante de símbolos, mujer incardinada en las condiciones del mundo, en las aspiraciones de los otros mundos, en el viaje eterno que le insta a la armonía, a dejarse como entidad y penetrar en la sublime totalidad. Namasté, porque reconozco que tu eres otro yo.
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