domingo, 10 de marzo de 2013

Los cuatro elementos de sanación


En periodos de limpieza, se debe dejar más que malos hábitos, se debe renunciar a los propios caprichos de la mente y el cuerpo. Este proceso es un destierro de lo más nocivo que agobia  nuestras vidas; emprender esta transición, por lo general requiere del coraje y la fortaleza del que desea sanar, pues es un momento donde se enfrenta aquello que se oculta tras los rostros de la falsedad y la prepotencia, pero que en realidad son reflejos del temor insondable, que interpone los obstáculos de nuestro camino.
En el momento de curación  que no termina, se necesita tener raíces en la mente trascendental y afianzarse en el corazón del amante de la naturaleza; necesita ser viento, para viajar con el aliento, dar y recibir palabras sabias, inhalar y exhalar bienhechores cambios. Es un proceso que se convierte en agua, en ocasiones en tristeza o alegría, en lágrimas que caen sintiendo como emerge lo más secreto del alma. Es tierra, cuando el malestar físico acumulado se manifiesta como un procedimiento necesario para adquirir pureza. Cuando la semilla crece, aun en un desértico entorno. Es el fuego que enciende los poderes de las plantas, la piedra filosofal de los Chamanes y Taitas surge de esta llama que es capaz de crearlo, controlarlo y transformarlo todo; para dar paso al éxtasis, la felicidad continua, el verdadero aprendizaje; pero esto solo lo experimenta aquel que reconoce en sí mismo sus falencias y fortalezas, cuyos destinos debe enrutar con el fin de ablandar su necia humanidad y dar pasos más confiados hacia la eternidad.

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