Me despojo de la tristeza, del desconcierto, de mi egoísmo, de mi pereza, de mi orgullo y de mi temperamento;
Me llevo la esperanza, la fuerza, la virtud, la comunión y el amor...
Me voy porque esta realidad me sofoca, reseca e inquieta;
Regresare con nuevas visiones, con el espíritu restaurado y la mente reconstruida;
Recapacitaré en mi vida, en los senderos por los que transito, en las heridas que causo, en los propósitos que me mueven a seguir caminando.
No estoy loca, siento que desterrarme de esta ciudad durante un tiempo es lo mas sensato que puedo hacer en un momento como el que atravieso.
Me duele mudar de piel, sobre todo cuando quedo en carne viva, a disposición de los prejuicios y ataques de aquellos que no me conocen lo suficiente como para comprenderme.
Le temo a la soberbia ajena, a sus temores dañinos, a sus hábitos perjudiciales...
No tengo remedio que sane estas heridas, excepto el de irme, reflexionar y volver a comenzar.
Aunque aun tengo responsabilidades para con los otros, no puedo quedarme inpavida ante la realidad que me trasciende, debo remover lo profundo de mi ser, cuestionar lo mas hondo y por fin con un estallido (que busca ser un humilde acto) liberarmé.
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