Ahora, me cuesta entretejer palabras precisas, para describir momentos vividos de sensación, emoción, profundidad, locura, realización, duda, desagrado, naturalidad. Soy aliento de vida, fractal de este todo incognoscible; soy ser alado, con peso en los pies, la mente, el corazón; tengo identidad pero la quiero perder cuando llegue a la plenitud infinita, eterna, vibratoria, perfecta, segundo de existencia.
soy semilla latente, fruto verde del jardín del Edén, dualidad, carisma, aversión, consejo, errata. Soy todo, uno a lo sumo, con trillones de células nutriéndose, en multitud de manifestaciones vivientes, que perciben con sus ojos distribuidos por doquier la realidad desigual, la basta inmensidad, que sienten con el roce de su piel y su espíritu, el dulce elixir de amanecer, rezar, compartir, conectar, fluir. Soy percepción dentro de un vehículo corpóreo, soy desdén, incertidumbre, hambre, impotencia ante la guerra. Soy espíritu bestial, indomable, enérgico, soy yo mismo dormitando en esta sucia sociedad de elementos inútiles, de ficticias razones; tengo ya desgastados mis dientes por tanta humanidad, por la palabra que no abarca lo ubérrimo; soy yo dándole importancia el rostro de la reputación y apariencia, en vez de fijarme en la dimensión del “ser” que es mi único anhelo.
Sobrevivo y disfruto del instante para alcanzar tan sublime meta: Experimentar la interrelación de cada molécula con mi enigmático yo, permitirle a la vida reflejarse en mis caras de cristal, permitirme sentir desde la totalidad, percibir todo sin fronteras, del no tiempo, de la no muerte.
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