Teniendo en cuenta la función del
conocimiento sobre el mundo, se puede integrar a la vida cotidiana de manera
consiente, siempre y cuando se aprehenda, transmita y construya a partir de la
experiencia; para establecer las conexiones mentales que permitirán desarrollar
la capacidad analítica de la complejidad, comprender finalmente las relaciones
de la naturaleza, la sociedad y las leyes del universo; ellas son primordiales
para responder adaptativamente al entorno y proponer alternativas benéficas
para la armonía y equilibrio sobre el mismo.
La razón científica debe ser entendida desde un punto de vista evolutivo y no utilitario o extractivo que es contrario a los flujos naturales de la energía de vida; quien halle la forma de ser coherente para con su intelecto he instinto, controlando sabiamente sus deseos egoístas, estará preparado para asumir un desafío comunitario que se fortalece en las interacciones que se establecen entre uno u otro sistema de conocimiento/experiencia; la vida consiste en conciliar nuestras creencias y actitudes en coexistencia con los seres bióticos y elementos abióticos de los ecosistemas, cuestionar a fondo los esquemas sobre los que se basa la sociedad moderna, orientarlos en lo posible, hacia el horizonte donde experimentamos la majestuosidad y balance de los ciclos naturales, no sobrepasar sus límites implica respetar las leyes de la vida, antes que las de la destrucción, enfocar nuestros tendencias sociales, instituciones y construcciones artificiales que en cierto modo interrumpen la perfección hacía un restablecimiento de vínculos sanadores que cooperan con la tierra .
Ello no significa renunciar a los requisitos ahora establecidos, sino dar una transición consiente donde las necesidades de todo sistema sean suplidas, olvidado al antropocentrismo como pilar; apelando por los derechos de aquellos que con sus silbidos esperan el retorno de sus nidos, se los que con sus raíces se aparan en la tierra erosionada, con su mirada silenciosa trotan impulsados por el látigo de la miseria, aúllan por su desplazamiento forzoso, rugen por su libertad, y anhelan que en la selva de los misterios crezca exorbitante el árbol del verdadero conocimiento que da fruto dulce y perenne.
Reemplazando esta pugna sórdida
por el control de la vida, permitiendo que la semilla y su potencial se multipliquen,
encontraremos respuestas vitales, que nos permitirán admirar la existencia sin
los velos de la ambición, el ego, la violencia; si volvemos al principio
amoroso de la vida nos encontraremos, no por casualidad, participando dentro de
la eterna creación del universo.