Durante el tiempo que permanecí
distante de la ciudad y la tecnología; me encontraba conectada a la naturaleza
en uno de los territorios con mayor riqueza ambiental y cultural a nivel
mundial: La Sierra Nevada de Santa Marta, este lugar idílico donde la luna se
transforma acompasada por el trino de las aves, el suspiro de los árboles, el
sonido de las quebradas y el crepitar del fuego. Un lugar de tesoros
espirituales, y puntos que emanan la energía restauradora y sanadora.
Sé que la experiencia que quiero
compartir no es posible describirla únicamente con palabras, pues muchas de las
vivencias son impronunciables, pero quedan grabadas en lo más profundo del ser.
Aun así, tratare de narrar algunos de los aprendizajes que este hermoso
territorio me brindo.
Emprendí el viaje hacia la Sierra
con el propósito de acudir al llamado de mis hermanxs a asistir al ENCUENTRO
MUNDIAL ARCO IRIS 2019; allí me reuní con representantes de todo el mundo con
la intención de tejer la unidad, la armonía y la sabiduría. Durante un mes,
compartí cantos, danzas, palabras, reflexiones, visiones, alimentos, tejidos y energía
con seres que tenían pintado su corazón de los colores refulgentes del amor. Fue
un tiempo hermoso, donde alrededor del fuego central nos confirmamos que la profecía
de los pacificadores arco iris es una realidad plausible.
Se realizaron varios círculos de
visión, donde la tribu arco iris tuvo la oportunidad de compartir con la
familia Arhuaca y aprender un poco sobre el contexto del territorio que estábamos
habitando, sobre la cosmovisión que este pueblo originario tiene sobre el
cuidado y equilibrio de la naturaleza. Desde estos primeros círculos de visión
me sentí llamada a dejar plantada una semilla de pensamiento propositivo en
este lugar, ya que hasta ese momento había recibido muchos regalos del territorio como la mejoría de
mi cadera, además mi corazón sentía la inspiración y la fuerza de la montaña
para coo-crear la visión universal que en ese momento se manifestaba en las
palabras compartidas y que me interpelaban a manifestarla, labor que me sigue
movilizando a accionar.
En este punto, quiero compartir que
sentí que esta visión universal se tejía a mi historia personal y que de algún modo
toda la preparación de estos años, mi motivación personal y mi amor hacia la
vida convergía en ese instante eterno de revelación, claridad y elevación. Así
mismo, las plantas maestras confirmaron que debía continuar por este sendero.
En varias ocasiones tuve que afrontar pruebas, me enfrente a mi propia
incertidumbre, combatí la enfermedad, me sentí vulnerable, me caí una y otra
vez, tuve dilemas de amor, me debatí entre el vacío y la saciedad, viví el
movimiento, la quietud, enfrente miedos, me libere de cosas materiales, me
despoje de cargas y necesidades, navegue mundos y encontré la unidad del espíritu
en la quietud y el movimiento. Tuve momentos de desespero, de locura, otros de
satisfacción, epifanía y en este fluctuante panorama encontré la unidad del espíritu
que todo lo colma y que también me habita eternamente amoroso, ilimitado y
totipotente.
Debido a esto pude profundizar en
mi esencia e ir más allá de las ilusiones que en ocasiones me asechaban.
Conociendo la naturaleza que me rodeaba y a la cual pertenezco pude continuar
por el sendero, desquebrajando los patrones limitantes que estaban alimentado
por generaciones. Y continúe, reconociendo que nada de lo que materialmente he
intelectualmente he logrado tiene más sentido que los genuinos avances que hace
el espíritu al despojarse del propio ego y su sentimiento de superioridad.
Pues, cuando el espíritu se reconoce de verdad, se da cuenta que nunca estuvo separado
y que la totalidad es el escenario de su evolución.
Después del encuentro compartí
con una numerosa y hermosa familia Arhuaca donde aprendí muchos valores de
trabajo colaborativo, unidad y economía del hogar. Allí pude reconocer mi
ignorancia, ya que me di cuenta de las equivocaciones que por orgullo había
cometido y de lo pretenciosa que había sido, entonces me entregue humildemente
a labores que antes consideraba aburridas, sin sentido, despilfarradoras o
incluso humillantes; como la cocina, el lavado de la ropa y el aseo. Esto, lo
comento porque nací en una familia acomodada donde nunca vi la necesidad de
realizar las labores domésticas porque hasta joven hacían todo para mí y cuando tuve que empezar a hacerlo por mi
cuenta, me costó mucho. También aprendí tejido y tuve tiempo para compartir con
los niños canciones, dibujos, palabras y tejidos. Es este lugar pude evidenciar
la abundancia que brota de la tierra pues cada día nos alimentábamos de los
cultivos de la familia que ellos mismos cosechaban y algunas ocasiones comíamos
animales que ellos criaban o iban a cazar. Fue un momento de fortalecerme, pues
tuve que acoplarme a sus dinámicas y soportar algunas críticas por mi
mentalidad occidental. Siento que fue una prueba superada, pues de algún modo
me prepare en un campo antes inexplorado, viví en el campo sin la idea romántica
que se tiene de él y tuve la oportunidad de reconocer mi valía aun cuando ante
otros ojos era una inexperta.
Todo este esté entrenamiento tuvo
sentido cuando llegue a convivir con otra familia, la cual se encontraba
realizando un fuerte trabajo espiritual con el propósito de adquirir autonomía
sobre el uso de su territorio y fortalecerse culturalmente. Fue muy grato ver
que aunque se encontraban en un trabajo con solo miembros de la comunidad
Arhuaca, me abrieron las puertas como si fuera parte de su comunidad y después de
varias consultas que los Mamos hicieron, me permitieron entrar al trabajo espiritual
que estaban realizando y que culmino con mi “bautizo” para que la tierra
reconociera la ofrenda que realice durante ese tiempo. Para mí, este es un
regalo espiritual inconmensurable, pues a través de este me abrieron la puerta
para continuar trabajando por la visión de construir centros de formación (kankuruas)
para la sanación,
formación, y bienestar
de los seres que habitamos la tierra.
Ahora estoy de regreso
recapitulando el camino que recorrí en mi estancia la Sierra Nevada de Santa
Marta, hoy con el respaldo espiritual de unas familias de la comunidad Arhuaca para
continuar con mi misión de poder llevar apoyo y manifestar la visión que se
revelo desde el arcoíris mundial hasta los últimos días en los que pise ese
sagrado territorio. Con toda la gratitud hacia la tierra por brindarme la
claridad y las herramientas para seguir con mi espíritu firme y dispuesto a
sembrar su semilla de protección y resiliencia en el corazón del mundo.
Atentamente, Gundiati Ate
(Valentina Castaño)
21/07/2019